sábado, 28 de junio de 2008

El compromiso ético de la ciencia frente a los nuevos desafíos del comportamiento humano


Lic. Carmen E. Nuñez

Resumen
El estudioso, el investigador, el pensador deben siempre trabajar desde una postura ética que no comprometa el bien común, más allá de las ideologías.

El Dr. Bernardo Houssay nos recordaba que “universitario es el que estudia una ciencia ó grupo de ciencias con el afán de aprender lo conocido, investigar lo desconocido y mejorar material y moralmente la humanidad”. Se refería obviamente a la indelegable función social del quehacer científico, parte no menor de lo que se ha dado en llamar conciencia social, la cual no debería ser ajena a ningún ámbito de la actividad humana.

Por otra parte Aristóteles nos decía que el logos es lo que diferencia al hombre del animal. Y su consecuencia es que, a diferencia del animal, el hombre puede “vivir bien”.

Felipe Pardinas, destacado investigador de las Ciencias Sociales ha dicho que “el rasgo ético de la ciencia es que debe estar al servicio de la comunidad humana”.

Resulta claro entonces que se debe aprender para mejorar lo cual redundará en vivir bien y por ende todo discurrir científico tiene como objetivo superior su vocación de servicio a la comunidad.
Sin embargo dados lo hechos que a diario conocemos, sabemos que muchas veces se pierde de vista el supremo objetivo del avance científico, el cual es atender a la mejor calidad de vida de los sujetos en cuestión y a la humanidad toda. Sobran ejemplos de ello; el Proyecto Camelot (investigaciones científicas promovidas y financiadas desde los E.U. para dominar a grupos que no convenían a la política norteamericana) en Chile y los numeroso proyectos de ensayos y pruebas llevados a cabo por países dominantes en poblaciones que por sus características estaban en situación de inferioridad en una relación de poder dada.

Es grande la tentación que merodea en los ámbitos científicos por avanzar ininterrumpidamente, y es lógico que así sea, pero no serán nunca pocas las advertencias que se puedan hacer para recordar que el rasgo distintivo de la persona es su dignidad, por lo tanto no tiene precio, aunque a veces se empeñen en ponérselo; no es un medio, es fin en sí mismo; y que estamos tratando con un sujeto no con un objeto Nunca la necesidad de saber puede estar por encima del respeto por la integridad de las personas.

Nuestro famoso Plan Médico Obligatorio (PMO) inserto en la salud pública de la Argentina, paradójicamente coincide con las iniciales de precio, medio y objeto. ¿Será mera coincidencia, o inconscientemente se habrá dejado traslucir otro sustrato filosófico acerca de lo que el concepto de persona implica?

Para finalizar, tomemos una herramienta muy común hoy en la práctica médica diaria, el Consentimiento Informado. Es un buen comienzo en la defensa del paciente. Pero no es la quintaesencia del respeto por ése paciente, tan solo el comienzo y queda mucho aún por trajinar al respecto. Vale recordar el momento en que alguno de nosotros tuvo que firmar aquel formulario que apenas leímos, si lo hicimos. ¿Nos sentimos protegidos por ese acto?

Desde mi formación considero una falta de respeto a la persona, tanto la utilización indebida de su cuerpo por otros, como tomar una fotografía a alguien que objetivamos como diferente a nosotros sin su autorización explícita y teniendo clara conciencia y conocimiento del modo en que va a ser utilizado el material. En ambos casos nos estamos atreviendo a penetrar en la intimidad de una existencia, la de una persona.

Por lo tanto, si el investigador en su noble tarea, pierde de vista su rol social, necesariamente va a servir intereses que van a ir en contra de la comunidad, gracias a la cual él mismo es también lo que es, al tiempo de plantearse estas cuestiones éticas centrales.

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